Cinco meses de la gran final que hizo que muchos nos volviéramos a sentir como niños.
"Ídolos que nos conectan con nuestra propia infancia"
El fútbol nunca dejó de ser la máxima pasión (deportiva) de (la mayoría de) los argentinos. Sin embargo, ese trofeo tan deseado reavivó como nunca el interés de los más pequeños que, además, tomaron como por asalto el olimpo futbolístico nacional y pusieron en primer lugar a sus flamantes ídolos. Niños y niñas que no salen de su asombro al encontrarse con ellos, locura por ponerse los guantes e ir a atajar y la emoción más genuina y transparente —esa que se manifiesta en una sonrisa contagiosa que nos conecta directamente con nuestra infancia— por simplemente tener la chance de «chocar los cinco» con Messi.
Qué lindo poder sentir aunque sea un poco de esa sorpresa con que miran su propia palma decididos a nunca más lavársela, incluso en medio de la ola de silbidos de un grupo de hinchas parisinos enojados. Ahí hay algo de lo tanto que podemos aprender de ellos, porque en todas esas actitudes que solemos describir como candidez, está la sabiduría de quienes mejor entienden cuáles son las prioridades y dónde está el auténtico disfrute. Hace cinco meses, (casi) todos los argentinos nos sentimos como niños: tomemos el recuerdo de ese sentimiento como punto de partida para revivir esa mirada fresca y seguir soñando y proyectando lo que sea que nos propongamos.
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