La planta abierta de una oficina no obra milagros. Lo comentamos hace un tiempo: para poder estimular la interacción y hacer más fluida la comunicación, primero tiene que haber un equipo unido, con la actitud y la disponibilidad necesarias para sacar el mayor provecho de ese recurso arquitectónico. Y lo mismo se puede decir de muchas otras iniciativas que, a veces, suenan más a postureo corporativo que a una decisión surgida de la propia cultura de la empresa o como respuesta a una inquietud genuina de directivos o colaboradores.
Porque, vamos, instalar un metegol (o futbolín, para nuestra audiencia internacional) o una mesa de ping-pong (o tenis de mesa) no va a convertir a una compañía en una usina creativa de la noche a la mañana. Son recursos que pueden ser valiosos para promover un clima más ameno, relajado y hasta estimulante, pero sólo tendrán sentido si son parte de una estrategia definida, con objetivos claros y sostenida en el tiempo.
Vos, ¿fuiste testigo de una mesa de ping-pong o un sofá vacío en algún trabajo? ¿Cuántas veces te enfrentaste a situaciones de postureo corporativo?