Métodos, métodos y más métodos.
Para ordenar la vida, para bajar de peso, para integrarnos en la oficina.
Cuando fallan: ¿fallan los métodos o fallamos nosotros?
"¿Qué hacemos cuando «forma» y «contenido» no van de la mano?"
Hace unas semanas, Marie Kondo sorprendió al mundo al reconocer que la llegada de un tercer hijo la convenció de que hay cosas más importantes que tener la casa perfectamente ordenada. Muchos se sintieron abandonados en su cruzada por organizar por fin sus hogares (y sus vidas), otros se indignaron y es posible que la mayor parte del público se haya sentido aliviada o identificada con el vuelco que dio la ahora exgurú del orden.
Pero ese no fue el único giro notable de los últimos tiempos. No tuvo la misma repercusión porque parece estar dándose de manera más inorgánica: muchas empresas no están conformes con los resultados de las plantas abiertas. Sí, el diseño que tomó por asalto al mundo corporativo en los últimos 20 años, ese que, cuentan, estimuló el intercambio de ideas en Pixar y así propició su éxito desde mediados de los 90, está seriamente cuestionado. Sin embargo, al igual que con las técnicas de Marie Kondo, es más tentador —y más fácil— echarle la culpa al concepto que ponernos a pensar en nuestra responsabilidad frente a la existencia de esos muros invisibles que dificultan la integración mucho más que un tabique. Y es que, para que una planta abierta funcione, antes tiene que haber un equipo abierto. Abierto al cambio, a repensar su dinámica y a dar un salto en la manera de comunicarse.
¿Viviste una situación similar alguna vez? ¿La llegada de una novedad que lo cambiaría todo y finalmente no generó nada o, peor, fue contraproducente?
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