Si se hiciera un torneo sobre construcción de cultura corporativa, los estadounidenses serían los campeones absolutos. Y parte de ese éxito tiene que ver con una jugada maestra que aportaron al rubro: difundir esa cultura entre el público general y crear una mística en torno a una compañía mucho más allá de sus colaboradores y, en algunos casos, también a partir de sus líderes.
Como con Henry Ford, cuyas frases célebres resuenan hoy. Con Steve Jobs, que condujo Apple con mano férrea y a la vez parecía potenciar con su aura de genialidad a la empresa y a sus productos. O con Sam Walton, fundador de Walmart, el mayor empleador privado del mundo. Sin abandonar nunca el traje y siempre con una gorra con el logo de su empresa y un identificador idéntico al de cualquier colaborador, dejaba reflexiones elocuentes cada vez que se presentaba frente a su equipo y, de la mano de esos accesorios, transmitía cercanía, familiaridad y sentido de pertenencia.
Con el tiempo, esa imagen se volvió mítica hacia dentro de la compañía y hoy es un activo insuperable para seguir difundiendo su cultura entre las nuevas generaciones de trabajadores de Walmart.