Cuando arriesgarse para emprender se trataba de otra cosa.
"Veneramos a quienes se arriesgan y soñamos con seguir su ejemplo, pero las organizaciones y nosotros mismos elegimos actuar casi siempre de manera conservadora."
Con películas como «Air», «Tetris» y «Flamin’ Hot» (de próximo estreno, sobre la creación de la variedad más picante de los snacks Cheetos), Hollywood parece haber entrado en una fase de rescate y celebración de las historias detrás del desarrollo de los productos y las campañas de marketing que mayor impacto comercial y cultural tuvieron, especialmente a partir de los 80.
Al verlas, en los de más de 35 años se despierta con fuerza la nostalgia. No solo por la música, por los autos, por la ropa o por la vida antes de Internet y las redes sociales, sino también por un mundo corporativo que tiene rango de leyenda y como tal se lo reverencia, pero que hoy parece imposible de recrear.
Más allá de las lógicas licencias dramáticas, las tres películas nos muestran personajes que fueron reales y «hackearon» procesos, organigramas y planes para poder llevar al éxito a las empresas en que trabajaban. Su esfuerzo, su intuición y los riesgos que asumieron nos movilizan, nos pueden inspirar y nos exponen a la pregunta: ¿es posible replicar ese espíritu? ¿Es posible recuperar ese atrevimiento y esa suerte de ingenuidad que les permitía pensar que todo era posible? ¿Hay un lugar genuino para la rebeldía?
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